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Recuerdos




Ayer recordé mi juventud, esos hermosos años de muchos amigos y pocas responsabilidades. Recordé las bromas, los amores no correspondidos, las noches de póker. Recordé los paseos del colegio y lo divertido que era romper las reglas. También ayer, con mayor viveza y mucho menos alegría, reviví una sensación que hace no tanto era constante para estas épocas, recordé lo que es sufrir en octavos. 

El juego de ayer me hizo sentir como me sentía en temporadas pasadas. Llegaba la Champions y esa alegría de escuchar la canción más hermosa de mi mundo, venía acompañada de inseguridad que poco a poco se convertía en vergüenza (y ayer no fui el único).

Un Schalke de minimundis con un 2-0 en contra se enfrentaba al equipo más glorioso del mundo en su fortaleza. A pesar de que se pronosticaba una victoria fácil contra los alemanes, fueron ellos los que mandaron. Los visitantes se adueñaron del Bernabéu en donde corrieron más (10 km más), crearon más peligro y jugaron mejor. El Madrid fue incapaz de entrar al juego, se dejó dominar y apenas hizo 4 faltitas, otro dato que comprueba la suavidad y dejadez que el Madrid afronto el juego (ver segundo gol).

Los mineros derrotaron a un equipo de estrellas, y cuando me refiero a estrellas lo digo en todo el sentido de la palabra. Este Madrid está formado por personas que han tenido una vida diferente a la tuya y la mía. Son cracks y siempre lo han sido. Sergio Ramos a los 15 años tenía más resultados en google que el presidente de mi país en la actualidad. Isco a los 19 tenía más seguidores en facebook que los que podía contar y Cristiano a los 23 tenía más mujeres que habitantes Portugal. Son ídolos y día a día su ego se llena más y más. Esto por desgracia provoca que sus objetivos no sean solo meramente deportivos, sino también de popularidad y de sentirse constantemente queridos.

"Con estas manos blandas gané tres Champions"
Ayer el Schalke metió cuatro y el propio Iker admitió estar desacertado y fallar en 3 de los tantos (!). Aunque Casillas no le pasó por la mente tirarse en el tercer gol, si tenía calculado que nada más acabar el juego lo primero que iba a hacer era su papel de estrella, de ídolo y capitán. Decide montar su numerito de héroe-mártir frente a la afición y la única atajada de mérito de la noche fue la de parar a sus compañeros y evitar que fueran al vestuario sin “agradecer” con aplausos a una afición que en vez de apoyar se la pasó pitando y criticando prácticamente desde el principio.

Ayer el deseo de Casillas era ser fotografiado aplaudiendo y disculpándose frente al Bernabéu, mientras que el deseo que millones de madridistas teníamos era el de mostrar garra, sacar el orgullo y ser superior al rival. Queríamos ganar, y en cambio nos tocó tener que revivir esos recuerdo de mediocridad que pensábamos que eran más viejos de lo que en verdad son.


Quiero menos de esto

Y mucho más orgullo

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